¿De qué sirve mostrar la belleza de un paisaje si el mismo sol bajo el que juegan los niños iluminará un cuerpo muerto que navega el mismo río que refleja el sol, los niños, el muerto y los vivos?
De mucho, respondería Lee Chang-dong , que no contrapone estos elementos sino que los conjuga en un extraño y por momentos incómodo escenario.
Ya en Peppermint Candy (1999), su segunda película, aparecía la disonancia entre un paisaje montañoso lleno de belleza que queda obsoleta al ser escenario de historias tremendas ligadas más a la naturaleza humana que a la rural.
Sin embargo fue con Secret Sunshine (2007) cuando este recurso narrativo llegó a inundar hasta el título mismo de la película. En esta ocasión la protagonista vuelve junto a su hijo al pequeño pueblo del marido que acaba de fallecer. Nada bueno les esperará allí y, mientras más trágicos sean los acontecimientos, una luz omnipresente se irá intensificando e inundará insoportablemente cada imagen, cual día eterno del polo en verano.
Después de cinco largometrajes de fundamental importancia para la cinematografía coreana y de reconocimiento internacional (Premio en el festival internacional de Cannes a mejor actriz por Secret Sunshine en 2007, mejor guión porPoetry y miembro del jurado en 2009; premio especial como mejor director, premio de la crítica y SIGNIS Award en el Festival de Venecia para Oasis en 2002), Lee Chang-dong logra con Poetry navegar el drama con un lirismo estoico de modos cada vez más depurados.
De nuevo, una zona rural. De nuevo una mujer protagoniza el relato. Sin embargo, así como la tragedia arrollaba a la protagonista del film anterior dejando poco y nada a su camino, aquí las reacciones ante el hecho trágico que inicia el film, se debatirán entre la catatonia y la evasión.
La Poesía o cómo mirar el mundo
En un momento dado del relato, el profesor del taller donde Mija, la protagonista, va a aprender poesía, les pide que cuenten el mejor momento de sus vidas. Habrán narraciones de nacimientos, mudanzas, enamoramientos. Sin embargo, ella recuerda el bello claroscuro en la cara de su hermana el día que su madre, posiblemente, fallece. Ese contraste, ese medio vaso que ella recuerda lleno, delatan su manera de mirar el mundo, ideal, poética, lírica. Mirar cada cosa como la primera vez, primero por ejercicio, después porque su enfermedad ocupa cada vez más lugar, echando de a poco, uno a uno, los nombres de las cosas. Así, el extrañamiento, ejercicio fundamental para escribir poesía, será aquí síntoma y resultado de una enfermedad sin retorno que desaloja los espacios y los ocupa con la caricatura de una identidad que ya no es.
Sin embargo, y por más cruel que sea Lee Chang-dong con sus personajes, al final siempre les llega algún tipo de redención que, si bien desafía la definición de felicidad, dadas las circunstancias, la representa.
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